martes, 8 de octubre de 2013

Cuentacuentos "Blancanieves y los Siete Enanitos" un cuento de Los hermanos Grimm

Blancanieves (en alemán, Schneewittchen) es el personaje central de un cuento de hadas mundialmente conocido. La versión más conocida es la de los hermanos Grimm y la cinematográfica de Blancanieves y los siete enanos (1937) de Walt Disney. La versión típica tiene elementos como el espejo mágico y los siete enanos o duendes. En algunas versiones, los enanitos son ladrones y el diálogo con el espejo se hace con el sol o la luna.

En la colección de cuentos de los Hermanos Grimm, Blancanieves (Schneewittchen) es el n.º 53. Corresponde al tipo 709 de la clasificación de Aarne-Thompson: La pequeña Blancanieves.


AUDIOCUENTO
Junto a unos compañeros actores de doblaje, he llevado a cabo la grabación del audiocuento de Blancanieves y los Siete Enanitos. A continuación podrás encontrar el vídeo:



CUENTO

Había una vez una reina que cosía sentada cerca de una ventana de ébano negro. Los copos de nieve caían del cielo como plumones. La reina, mirando nevar, se pinchó un dedo con su aguja de coser y tres gotas de sangre cayeron en la nieve.

—¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de ébano!

Poco después tuvo una niñita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano. La llamaron Blancanieves. Pero al nacer la niña, la reina murió.

Un año más tarde el rey se volvió a casar con una mujer bella, pero orgullosa y arrogante que no soportaba que nadie la superara en belleza. Tenía un espejo maravilloso al que siempre le preguntaba:

—¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?

Entonces el espejo respondía:

—La Reina es la más hermosa de esta región.

La Reina quedaba satisfecha porque sabía que su espejo siempre decía la verdad. Pero Blancanieves crecía y embellecía cada vez más, y cuando cumplió siete años era tan bella como la clara luz del día y aún más guapa que la reina.

Un día la Reina le preguntó al espejo:

—¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región? —el espejo respondió:

—La Reina es la hermosa de este lugar, pero la guapa Blancanieves lo es mucho más.

Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia. A partir de ese momento, cuando veía a Blancanieves el corazón le daba un vuelco en el pecho de odio. Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo:

—Lleva esa niña al bosque; no quiero que aparezca más ante mis ojos. La matarás y me traerás sus pulmones y su hígado como prueba.

El cazador obedeció y se la llevó, pero cuando quiso atravesar el corazón de Blancanieves, la niña se puso a llorar y exclamó:

—¡Mi buen cazador, no me mates!; correré hacia el bosque espeso y no volveré nunca más.

Como era tan guapa el cazador tuvo piedad y dijo:

—¡Corre, pues, mi pobre niña! 

El cazador pensó que las fieras pronto la devorarían. Se encontró un cerdito en el bosque, lo mató, extrajo sus pulmones y su hígado y los llevó a la reina como prueba de que había cumplido su misión. El cocinero los cocinó con sal y la mala mujer los comió creyendo comer los pulmones y el hígado de Blancanieves.

La pobre Blancanieves se encontraba en medio del bosque, abandonada y con mucho miedo. Tanto miedo que las hojas de los árboles la asustaban. No sabía qué hacer y entonces corrió y corrió a través de las zarzas. Los animales salvajes se cruzaban con ella pero no le hacían ningún daño. Corrió hasta que oscureció; entonces vio a lo lejos una casita. Blancanieves entró para descansar. En la cabañita todo era pequeño, pero tan bonito y limpio como se pueda imaginar. Había una mesita pequeña con un mantel blanco y sobre él siete platitos, cada uno con su pequeña cuchara, más siete cuchillos, siete tenedores y siete vasos, todos pequeños. A lo largo de la pared estaban dispuestas, una junto a la otra, siete camitas cubiertas con sábanas blancas. Como tenía mucha hambre y mucha sed, Blancanieves comió trozos de legumbres y de pan de cada platito y bebió una gota de vino de cada vasito. Al terminar de cenar le entró el sueño y se acostó en una de las camitas y se durmió.

Al anochecer volvieron los dueños de la casa; siete enanitos que excavaban y extraían metal en las montañas. Encendieron sus siete farolitos y vieron que alguien había estado en su casa porque estaba desordenada y dijeron:

—¿Quién se ha sentado en mi sillita?

—¿Quién ha comido en mi platito?

—¿Quién ha comido de mi pan?

—¿Quién ha comido de mis legumbres?

—¿Quién ha usado mi tenedor?

—¿Quién ha cortado con mi cuchillo?

—¿Quién ha bebido de mi vaso?

Entonces los siete enanitos fueron a las camas y vieron a Blancani eves tumbada en una de ellas. 

—¡Madre mía –exclamaron todos a la vez- qué guapa es esta niña!

Y sintieron una alegría tan grande que no la despertaron y la dejaron dormir. A la mañana siguiente Blancanieves se despertó y se asustó al ver a los enanitos. Uno de ellos, de forma amable, le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

—Me llamo Blancanieves —respondió ella.

—¿Cómo has llegado a nuestra casa?

Entonces ella les contó toda la historia y los enanos le dijeron:

—Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, hacer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada.

—Sí -respondió Blancanieves- acepto de todo corazón. 

Y Blancanieves se quedó con ellos como ama de casa mientras los enanos se iban a trabajar a las montañas. Como la niña estaba todo el día sola, los enanitos le avisaron:

—¡Ten cuidado con tu madrastra; pronto sabrá que estás aquí! ¡No dejes entrar a nadie!

La reina, después de comerse los pulmones y el hígado de Blancanieves, se creyó que sería la más bella de todas las mujeres. Se puso ante el espejo y dijo:

—¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?

Entonces el espejo respondió.

—La Reina es la más hermosa de este lugar, pero pasando los bosques, en la casa de los enanos, la guapa Blancanieves lo es mucho más.

La reina se enfadó porque el cazador había mentido y porque Blancanieves estaba viva. Pensó en cómo deshacerse de la niña y ser la más bella de la región. Se pintó la cara, se vistió de viejecita y disfrazada llegó hasta la casa de los enanitos. La reina golpeó la puerta y gritó:

—¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!

Blancanieves miró por la ventana y dijo:

—Buen día, buena mujer. ¿Qué vende usted?

—Una e xcelente mercadería -respondió- cintas de todos los colores.

Blancanieves pensando que la viejecita no era un peligro, abrió la puerta para comprar una cinta.

—¡Niña -dijo la vieja- qué mal te has puesto esa cinta! Acércate que te la arreglo como se debe.

Blancanieves se colocó delante de ella para que le arreglara el lazo. Pero rápidamente la vieja lo apretó tan fuerte que Blancanieves perdió el aliento y cayó muerta.

—Y bien -dijo la vieja-, ya no eres la más bella.

Y se fue.

Por la noche los siete enanos regresaron a la casa y se asustaron mucho al ver a Blancanieves en el suelo, inmóvil. La levantaron y descubrieron el lazo que la oprimía. Lo cortaron y Blancanieves comenzó a respirar. Cuando los enanos supieron lo que había pasado dijeron:

—La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. ¡Ten mucho cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estemos!

Cuando la reina volvió a su casa, se puso frente al espejo y preguntó:

—¡Espejito, espejito, de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?

Entonces, como la vez anterior, respondió:

—La Reina es la más hermosa de este lugar, pero pasando los bosques, en la casa de los enanos, la guapa Blancanieves lo es mucho más.

Cuando oyó estas palabras la reina maldijo que Blancanieves hubiera recobrado la vida.

—Pero ahora -dijo ella- voy a inventar algo que te hará morir.

Y con la ayuda de sortilegios, en los que era experta, fabricó un peine envenenado. Luego se disfrazó tomando el aspecto de otra vieja y así vestida atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos. Golpeó a la puerta y gritó:

—¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!

Blancanieves miró desde adentro y dijo:

—Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie.

—Al menos podrás mirar -dijo la vieja, sacando el peine envenenado y levantándolo en el aire.

Tanto le gustó a la niña que se dejó seducir y abrió la puerta. 

—Ahora te voy a peinar como corresponde.

La reina peinó a Blancanieves y el veneno del peine hicieron que la niña cayera inconsciente.

—¡Oh, prodigio de belleza -dijo la mala mujer- ahora sí que acabé contigo!

Cuando los enanos volvieron, vieron a Blancanieves en el suelo, como muerta, y sospecharon enseguida de la madrastra. Examinaron a la niña y encontraron el peine envenenado. Le quitaron el peine, Blancanieves volvió en sí y les contó lo que había sucedido. Entonces le advirtieron una vez más de que no debía abrir la puerta a nadie.

En cuanto llegó a su casa la reina se colocó frente al espejo y dijo:

—¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?

Y el espejito, respondió nuevamente:

—La Reina es la más hermosa de este lugar. Pero pasando los bosques, en la casa de los enanos, la guapa Blancanieves lo es mucho más. 

La reina muy enfadada se fue a una habitación escondida y fabricó una manzana envenenada. Una manzana con una parte blanca y otra roja, una parte sana y otra envenenada. A la mañana siguiente la reina se disfrazó de campesina y fue hasta la casa de los enanos. Golpeó la puerta y Blancanieves sacó la cabeza por la ventana.

—No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo han prohibido.

—No es nada -dijo la campesina- regalo manzanas, toma una.

—No -dijo Blancanieves -tampoco debo aceptar nada.

—¿Crees que está envenenada? -dijo la reina disfrazada-; mira, cortaré la manzana, una parte para mí y la otra para ti.

Blancanieves, tentada por la perfecta manzana, cogió la mitad envenenada, la mordió y cayó muerta. Entonces la vieja la examinó con mirada malvada, rió muy fuerte y dijo.

—Blanca como la nieve, roja como la sangre, negra como el ébano. ¡Esta vez los enanos no podrán reanimarte!

Vuelta a su casa interrogó al espejo:

—¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región? 

Y el espejo finalmente respondió. 

—La Reina es la más hermosa de esta región.

Y la reina rió de felicidad.

Por la noche, al volver a casa, los enanitos encontraron a Blancanieves tendida en el suelo sin que un solo aliento escapara de su boca: estaba muerta. La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus lazos, le peinaron los cabellos, la lavaron con agua pero no sirvió de nada.

La pusieron en una cama, se sentaron junto a ella y durante tres días lloraron. Como Blancanieves era tan bella, no quisieron enterrarla. Le hicieron un ataúd de vidrio desde el que poder ver lo guapa que era e inscribieron su nombre con letras de oro.

Los enanitos se turnaban para no dejarla sola mientras los animales del bosque lloraban su muerte. Pasaba el tiempo y Blancanieves seguía blanca como la nieve, roja como la sangre y sus cabellos eran negros como el ébano.

Una noche, un príncipe llegó al bosque y vio a la hermosa Blancanieves en el ataúd.

—Dénme ese ataúd; les daré lo que quieran a cambio.

—No lo daríamos por todo el oro del mundo -respondieron los enanos.

—En ese caso -replicó el príncipe- regálenmelo pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves. La honraré y la amaré más que a nada en este mundo.

Al oírlo hablar de este modo los enanos tuvieron piedad de él y le dieron el ataúd. Los sirvientes del príncipe con el ataúd sobre las espaldas tropezaron con un arbusto y a causa del golpe el trozo de manzana envenenada salió de la garganta de Blancanieves devolviéndole la vida.

—¡Oh, Dios!, ¿dónde estoy? -exclamó.

—Estás a mi lado -le dijo el príncipe lleno de alegría—. Te amo como a nadie en el mundo; ven conmigo al castillo de mi padre; serás mi mujer.

Entonces Blancanieves se enamoró del príncipe y se casaron. La madrastra de Blancanieves fue invitada a la boda y antes de la ceremonia con su vestido de gala le preguntó al espejo:

—¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?

El espejo respondió:

—La Reina es la más hermosa de este lugar. Pero la joven Reina lo es mucho más.

Entonces la madrastra maldijo a Blancanieves, pero fue a la boda para ver lo guapa que estaba la niña y bailó y bailó llena de ira hasta que su veneno interior la mató.

No hay comentarios:

Publicar un comentario