lunes, 1 de diciembre de 2014

¡¿Vigoréxica yo?!

Hoy un amigo me ha llamado vigoréxica porque le he dicho que me iba al gym. Es cierto que voy al gym todos los días, o todos los que puedo, pero porque me gusta y me desahoga hacer deporte y más ahora que no tengo trabajo y me tiro bastante parte del día en casa. Salir, quemar grasas, relacionarme y cuidarme me hace mucho bien. Más de lo que os podéis imaginar.

Aun así no considero que tenga vigorexia. La vigorexia no está reconocida como una enfermedad, pero se trata de un trastorno o desorden emocional donde las características físicas las percibes de manera distorsionada, algo parecido a lo que pasa con la anorexia. Siempre te encuentras con falta de tonificación en la musculatura, o en sí carencia de masa muscular, lo que te lleva a realizar ejercicio físico de manera obsesiva compulsiva, sobre todo pesas. Esta manera continuada de trabajar te lleva a ganar una masa muscular desproporcionada con tu cuerpo, nada acorde con tu talla y contextura física.

Quien me ha visto en persona sabe que para nada tengo vigorexia, de hecho soy bien feliz con mis mollitas, aunque desee con todas mis fuerzas que se volatilicen, para qué mentir. Me gusta el deporte, me activa, me inspira y me hace feliz. Así de simple. Así que mientras no tenga otra cosa mejor que hacer, como trabajar, pues puedo permitirme echar dos horas en el gym, o las que me apetezcan, qué coño.

Y ya que hablo del gym, pues os contaré lo que ha pasado hoy más o menos. En resumen: me he partido de risa, literalmente, en Body Combat. En un momento de tensión en el que la concentración y el control corporal son esenciales, en mitad de la postura de la grulla, las pavas de mis compañeras me han hecho reír. He tenido que bajar la pierna al suelo y encogerme del dolor abdominal causado por la risa.
 
Ponte a hacer la grulla mientras te tronchas por la mitad del descojone
Cris, una corredora empedernida más rauda y veloz que una gacela, me ha hecho ojitos para que desviara mi atención. A su lado la patitas finas y libres de celulitis de Eva intentaba alzar la pierna sin éxito, la cadera se le había encajado y le indicaba que se iba a mover su tía. Y ahí estaba Eva haciendo fuerza para levantar la pierna y la pierna más quieta que una estatua, mientras Cris sonreía maliciosamente dando pataditas de futbolista porque la risa no le permitía más. Ponte de esa guisa a mantener el equilibrio y a imitar a un ninja. No way!

Y dices, ¿cómo puede ser que cuatro minutos después Eva estuviera dando patadas voladoras y levantando la pierna hasta casi tocar el techo? Porque joder, la tía llevaba la pierna mucho más arriba de su cabeza, rozaba el cristal (somos las empollonas de la clase, siempre en primera fila) y si se lo proponía llegaba a arrearle una buena leñe en el culo a Cris.

La parejita de Combat son la caña. No paran. Ni siquiera en los descansos para beber se callaban. Mientras yo respiraba entre resuellos e intentaba recuperar líquidos escuchaba de lejos decir a Cris: “Qué envidia de piernas, macho”. A lo que Eva le reprochaba: “Te podrás quejar, guapa”. Y Cris atacaba de nuevo: “Ahí te entre una de celulitis de la hostia”. Así son ellas, con insultos, con abrazos, con selfies, con vendas en las manos y piernas de infarto.

¡Ay, María, sigue soñando, que ni sufriendo vigorexia tendrías unas piernas así!

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