Hoy un amigo me ha llamado
vigoréxica porque le he dicho que me iba al gym. Es cierto que voy al gym todos
los días, o todos los que puedo, pero porque me gusta y me desahoga hacer
deporte y más ahora que no tengo trabajo y me tiro bastante parte del día en
casa. Salir, quemar grasas, relacionarme y cuidarme me hace mucho bien. Más de
lo que os podéis imaginar.
Aun así no considero que tenga vigorexia.
La vigorexia no está reconocida como una enfermedad, pero se trata de un trastorno
o desorden emocional donde las características físicas las percibes de manera
distorsionada, algo parecido a lo que pasa con la anorexia. Siempre te encuentras
con falta de tonificación en la musculatura, o en sí carencia de masa muscular,
lo que te lleva a realizar ejercicio físico de manera obsesiva compulsiva,
sobre todo pesas. Esta manera continuada de trabajar te lleva a ganar una masa
muscular desproporcionada con tu cuerpo, nada acorde con tu talla y contextura
física.
Quien me ha visto en persona sabe
que para nada tengo vigorexia, de hecho soy bien feliz con mis mollitas, aunque
desee con todas mis fuerzas que se volatilicen, para qué mentir. Me gusta el
deporte, me activa, me inspira y me hace feliz. Así de simple. Así que mientras
no tenga otra cosa mejor que hacer, como trabajar, pues puedo permitirme echar
dos horas en el gym, o las que me apetezcan, qué coño.
Y ya que hablo del gym, pues
os contaré lo que ha pasado hoy más o menos. En resumen: me he partido de risa,
literalmente, en Body Combat. En un momento de tensión en el que la
concentración y el control corporal son esenciales, en mitad de la postura de la grulla, las pavas de mis compañeras
me han hecho reír. He tenido que bajar la pierna al suelo y encogerme del dolor
abdominal causado por la risa.
Cris, una corredora empedernida
más rauda y veloz que una gacela, me ha hecho ojitos para que desviara mi
atención. A su lado la patitas finas y libres de celulitis de Eva intentaba
alzar la pierna sin éxito, la cadera se le había encajado y le indicaba que se
iba a mover su tía. Y ahí estaba Eva haciendo fuerza para levantar la pierna y
la pierna más quieta que una estatua, mientras Cris sonreía maliciosamente
dando pataditas de futbolista porque la risa no le permitía más. Ponte de esa
guisa a mantener el equilibrio y a imitar a un ninja. No way!
Y dices, ¿cómo puede ser que
cuatro minutos después Eva estuviera dando patadas voladoras y levantando la
pierna hasta casi tocar el techo? Porque joder, la tía llevaba la pierna mucho
más arriba de su cabeza, rozaba el cristal (somos las empollonas de la clase,
siempre en primera fila) y si se lo proponía llegaba a arrearle una buena leñe
en el culo a Cris.
La parejita de Combat son la caña. No paran. Ni
siquiera en los descansos para beber se callaban. Mientras yo respiraba entre
resuellos e intentaba recuperar líquidos escuchaba de lejos decir a Cris: “Qué
envidia de piernas, macho”. A lo que Eva le reprochaba: “Te podrás quejar,
guapa”. Y Cris atacaba de nuevo: “Ahí te entre una de celulitis de la hostia”.
Así son ellas, con insultos, con abrazos, con selfies, con vendas en las manos
y piernas de infarto.
¡Ay, María, sigue soñando, que ni
sufriendo vigorexia tendrías unas piernas así!
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